Un miércoles cualquiera, son más de las 20.30 y las risas suben por la escalera del edificio. Somos las mamás, hermanas o la tía de alguien en la familia de Básquet Sanfer. Hoy somos 15 y ni el frío ni el horario nos frenan los miércoles a la noche.

¿Que si alguna sabía jugar desde antes? Solo dos de nosotras, habían tenido experiencia previa en el deporte. Las demás… ejem… comenzamos de cero, a fines de marzo, y desde entonces seguimos entrenando cada miércoles y sábado. Al principio, incluso, nos dieron la categoría de “mosquitos” —sí, como los más chiquitos del club— y todavía nos reímos de eso.

En todos estos meses, muchas personas que nos han visto jugar comentan lo mucho que mejoramos y la manera en que estamos jugando. Va queriendo… y poco a poco entendemos más el juego. 😅🙏

Mientras nos cambiamos las zapas, entre chistes y anécdotas, calentamos un poco antes de empezar. Cuando la pelota pica y las piernas se mueven, nos olvidamos de todo lo demás.

Hablando con Vero G., coincidimos en que, más allá del cansancio, uno de los momentos más lindos de los entrenamientos son las risas cuando alguna hace algo fuera de lo común. ¡Festejamos todas!

El rato se pasa volando. —¡Chau Marcosssssss!!! ¡Gracias! Nos vemos el sábado—. (Es un groso el profe. Alta paciencia… nos enseña todo lo que se puede).
Y el grupo de carcajadas baja del gimnasio, como siempre, armando un ruido que seguro se escucha en todo el club. Las salidas post entrenamiento son así: llenas de bromas, imitaciones y promesas de juntadas para la próxima.

Ahora, además, nos estamos preparando para nuestro primer partido contra otro equipo de Mami Básquet. Entre risas y nervios, empezamos a imaginar cómo será salir a la cancha con rivales de verdad, sabiendo que lo más importante no será el marcador, sino disfrutar el momento y mostrar todo lo que aprendimos.

Cada entrenamiento es una oportunidad que se presentó para todas y que supimos tomar. Nos da felicidad, nos llena de energía y nos recuerda que siempre se puede empezar algo nuevo, sin importar la edad ni la experiencia.

¿Cómo imaginamos al equipo dentro de un año? Jugando varios partidos… ¡y ganando!

Ahora somos nosotras, un grupo unido tanto dentro de la cancha como fuera de ella. Compartimos risas, esfuerzos, mates y hasta moretones que se llevan con orgullo.

Jugar al básquet se convirtió en mucho más que un deporte para nosotras: es nuestro momento de desconexión, de amistad y desafío. Y cada vez que la pelota pica en el piso, sentimos que ahí, juntas, estamos exactamente donde queremos estar.